El muchacho pensó que debía
dejar de lado aquellos pensamientos perturbadores y sin sentido, dejar a un
lado sus sueños de joven y pensar fríamente en las cuentas de fin de mes. El
muchacho se dio cuenta que su época de muchacho había concluido y que él no lo había
notado.
Pasadas las horas
reflexionó sobre el vacío en su vida, las horas pasaban y no podía pensar en
otra cosa que en sus decisiones. Distraído por un momento, recordó aquellas
tardes inocentes, gratuitas y de felicidad que compartió con quien en su
momento supo querer. El recuerdo le hizo pensar en sus tardes olvidadas, y esas
mañanas desperdiciadas y renegar de aquellas noches de luz de linterna, libros,
música y sobretodo confianza en el futuro.
Sin querer se dio cuenta que
creía en el destino.