agosto 29, 2022

de una forma...

"Por la espalda un empujón de mi impaciencia

Echa por los aires tu correspondencia"

abril 23, 2022

terminar y volver a empezar

 Hace tiempo me di una respuesta propia a la pregunta:

¿Cuál es el sentido de la vida?

de tanto pensarlo, llegué a la conclusión que la vida simplemente no tiene sentido,

justamente por que no necesita tener un sentido.

Lo que si es posible es darle un sentido muy personal a la vida de uno mismo,

con esa respuesta fui feliz y dejé de preguntarme eso y empezar a vivir mi vida.


hoy terminé una relación sin sentido,

quizá me terminaron o simplemente se terminó sola.


Aprendí algo?

quizá nada, algo nuevo al menos no.

Me volví un poco distante, a veces un poco extraño,

por momentos me sorprendí a mi mismo con mi desgano.

Y si seguía asi, dando vueltas en círculos,

no terminaría yendo a ningún lado.

Jodido, sin sentido, entiendes?


Por eso es mejor que termine lo que no tiene sentido.

Demos espacio a lo nuevo, algo que nos mueva, 

nos haga llorar de felicidad y a veces también de tristeza, 

pero que nos llene de vida.


Suena "Moonage Daydream" por David Bowie.


Eso es todo. Por ahora...


23/04/22



enero 24, 2022

MONÓLOGO DE HERNANDO DE SOTO VIENDO PASAR A PIKETTY (IN MEMORIAM GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ) (FICCIÓN)



El marxismo se precipitó un miércoles a la salida de Manhattan. Así es. Cruzaba yo Brooklyn Heights porque quería comprar aguaymanto muffins, cuando noté que todos en la calle tenían ese libro de tapa beige y marco rojo. Todos: hipsters, hindúes, yuppies y mendigos. Puro emergente. What happens, pensé intrigadísimo.

 

Pedí mis muffins. Sonreí con mis mejores modales-de-prima-donna a la señorita cara-de-vivir-en-Paterson que atendía, pero no me reconoció. Sudé frío. ¿Qué pasa hoy?, I asked myself.

 

Volví a Manhattan. Tenía en la tarde una reunión con Joseph Stiglitz, en CUNY. En realidad, Alfredo Barnechea quería tomarse una foto con él para luego decir en Caretas que es su amigo (mentira: Alfredo no es amigo de nadie), y por eso iba a buscarlo a una conferencia para agarrarlo desprevenido. “Vamos, gordo” me dijo la noche anterior, mientras comíamos un Subway a medias.

 

-¿Tú lo conoces? -me preguntó.

 

-¿A quién?

 

-A Stiglitz pe.

 

-Ob-via-men-te, darling -le contesté-. Éramos uña y cochinada cuando él trabajaba en el Fondo. Tenemos unas historias divertidísimas. Él tenía unos amigos marxistas que ni-te-cuento –Alfredo Barnechea babeaba, sus ojitos empezaban a brillar-. Muy inteligente, Joseph. Siempre impuntual, siempre.

 

-Sí, sí, tiene miles de relojes y siempre llega tarde.

 

-¿Y tú cómo sabes eso, Alfredo? ¿Lo conoces también?

 

-No, no… Lo leí en Etiqueta Negra –ay, pobre Barnechea, estaba avergonzado.

 

-Bueno, bueno. How is it, Alfredo? ¿Cómo es?

 

-Nada, que mañana Stiglitz estará en CUNY con Paul Krugman…

 

-Ay, ese Paul. Un divo…

 

-… y con Thomas Piketty.

 

-Aj, mierda.

 

-¿Cómo?

 

-Que no te entendí, Alfredo. ¿Con quién más van a estar?

 

-Con Piketty. El francés –se me salió una muequita-. ¿No lo conoces, Hernando?

 

-No, alucina. ¿Quién es?

 

-¡Es la estrella del momento, Hernando! ¿Cómo no lo vas a conocer? ¿Has visto las reseñas del New York Times sobre él? Todos lo comentan: The Economist, The New Yorker, The Wall Street Journal. Hasta El Líbero. ¿En serio no lo conoces, Hernando?

 

-No sé de qué me hablas, Alfredo querido. He estado muy ocupado escribiendo un artículo sobre Ayacucho para El Comercio.

 

-¿Y qué decías?

 

-Pues que la nueva clase media le ganó la guerra a Sendero. Los campesinos eran en realidad una belleza: capitalistas emergentes que pedían acceso a la propiedad formal, y buscaban…

 

-Mira, gordo: este es Piketty –Alfredo de mierda me extendió su iPhone-. Lo conocí el año pasado en París. Lo perseguí catorce cuadras y lo chapé comprando queso azul.

 

-Esto es en selfie, Alfredo, no me jodas.

 

-Fue lo mejor que conseguí, Hernando. Allí está, de costado, comprando el queso. Eso de allí es su oreja. Y esa es su nariz. Un grande, realmente. Un genio. Le dije que mucho gusto, que yo era de Perú y que lo admiraba. Él me sonrió y siguió comprando el queso sin decirme nada, pero no importa. Justo pensaba escribir sobre él y decir que somos amigos y que Francois Bourricaud nos presentó.

 

-Pero Bourricaud ya murió, Alfredo.

 

-Ay, chucha, tienes razón…

 

-Como te decía, Alfredo, no sé quién es el Picarón ese. En serio.

 

-No importa, Hernando. El punto es que quiero ir a ese evento de CUNY porque necesito tomarme una foto con Stiglitz. No, gordo, de Krugman ya tengo, yala. De Stilglitz, nola. Y como tú eres su amigo, pensaba que me lo podías presentar…

 

-¡Pero por supuesto, Alfredo querido! Cómo no. Vamos mañana, te lo presento y luego nos vamos a cenar con Joseph.

 

-¿En serio, Hernando? –brillaban sus ojitos, bri-lla-ban-. ¿Harías eso por mí?

-Ay, Alfredo, no es la gran cosa. Es una cena entre amigos. Le diré a Paul también, que es un divo. Le encanta el cebiche, no sabes. Y el muffin de aguaymanto.

-Muchas, muchísimas gracias, Hernando. En serio. ¿Te cargo la maleta?

-No te preocupes, Alfredo, hoy traje canguro. Nos vemos en Columbia mañana a las 5.

 

Así que llegué feliz a las 4:55, con mis muffins en una bolsita. Alfredo estaba colgado de un árbol.

 

-¡Alfredo! ¡Alfredo! Baja de ahí, hombre. ¿Qué haces colgado?

 

-¡No sabes, gordo! –gritó desde la copa, extasiado- ¡He comido un kebab con Orhan Pamuk!

 

-Ven, baja y me cuentas en el camino a CUNY.

 

Alfredo caminó de manos todo el rato hasta nuestro destino. Su historia era algo anodina: había llegado a las 2 a Columbia porque quería conversar con alguna estrella, vagó hasta las 3 sin rumbo y sin resultado, acongojado se fue a comer un kebab en el lugar más cercano, hizo cola, gritó, la persona que hacía la cola delante de él era Orhan Pamuk.

 

-Y conversamos comiéndonos un kebab.

 

-Orhan, uf, un secular divino. Le hubieses dado mis saludos. ¿Qué te dijo, Alfredo?

-En verdad me mandó a la mierda en turco, pero tenemos una foto juntos. Te la muestro.

 

-No, Alfredo querido, guarda tu iPhone y vuelve a tu posición normal, que acabamos de llegar.

 

Alfredo dejó de caminar de manos y sacó las cinco grabadoras con las que registraría la conferencia. Caminamos hacia la puerta de la universidad cuando los vi. Juntos. Tú con él. Era Joseph, mi Joseph, caminando con ese francés apestoso nacido en esa ciudad que huele a pichi. Reían. Bromeaban. Joseph, mi Joseph, lo llevaba del brazo. “Acércate, gordo, acércate”, me decía Alfredo. “You’re the best, Thomas!” le decía Stiglitz. Eso no podía estar pasando. Tenía que recuperar a Stiglitz. “Cágalos, gordo, cágalos”, gritaba Alfredo desde una esquina. Tomé valor. Caminé hacia ellos. Alguien me empujó por la espalda. Trastabillé. Se me cayó la bolsita con los muffins. Una lágrima también.

 

-Oh, I’m sorry, sir –me dijo el imprudente sin mirarme y siguió su camino.

 

Era Paul Krugman.

 

-¡Gordo, ese es Krugman! –cómo odio a Barnechea.

 

-Cállate mierda.

 

Paul caminaba hacia Stiglitz y Piketty. En verdad, corría hacia ellos. Stiglitz se dio cuenta. Carcajeó. Piketty alzaba los brazos. Paul llegó tarareando “Here comes your man”. Se abrazaron. Terrible.

 

-Yeah! Who’s my man? –gritaba Krugman.

 

-Oui! Who’s my bitch? –gritaba Piketty.

 

-Gordo, tus muffins –Alfredo levantó la bolsa del piso.

 

El marxismo llegó y todo lo sólido se desvaneció en el aire. Nadie me para bola, solo Alfredo. El New York Times ya no escribe de mí, solo El Comercio. David Remnick no sabe qué hago, pero sí Martha Meier. Ya no debato con Stiglitz, sino con Raúl Vargas.

 

Ya parezco peruano.

 

Me estoy yendo a la mierda.

 

-Hernandou? –un acento en inglés.

 

-Yes? Oh, Francis! –era Fukuyama, rezagos de un pasado mejor-. How are you doing?

 

-Aquí pues, vine a la conferencia de Piketty.

 

-Don’t you think he’s a little overrated, Francis?

 

-Puede ser. Pero así es este mundo, Hernando. Tú lo sabes. Las preguntas cambian, también las modas. En 1991 yo era la estrella mundial, junto con Metallica y Nirvana. Ahora solo soy un recuerdo que cobra bien por conferencia, pero no me apena. Tú tampoco deberías apenarte, Hernando.

 

-No, I’m fine.

 

-¿Entonces por qué lloras?

 

-Francis, snif, sorry to interrupt, he’s my friend Alfredo Barnechea. He’s trying to shake hands with you since we started to talk.

 

-Oh, lo siento. Hola Alfredo –Barnechea se desmayó-. Como te decía, Hernando, esto es así. ¿Viste lo que escribió Piketty sobre la clase media?

 

-But that’s marxist ideology.

 

-No seas pendejo, Hernando. Lee el libro.

 

-I’ve read it four times, Francis. I know a lot more about the middle classes and the emergent countries than Piketty! A lot more!

 

-Pero tu argumento es una cagada, pues Hernando. ¿Quién te cree esa huevada del acceso a la propiedad formal? Solo en el Perú pueden tragarse una cosa así. ¿No me dijiste el otro día que había un peruano huevón que llevaba años hablando solamente de las bondades de la clase media? En el Perú te compran cualquier idea favorable al mercado por más babosa que sea, compadre. Facilísimo, es como pegarle a un ciego amarrado.

 

-You know it’s not that easy, Francis. Don’t underestimate me.

 

-Tu artículo sobre Sendero es una basura, Hernando. Fuera del Perú no te lo publicaba ni Condorito. Lo leí porque te estimo, pero no puedes compararlo con el libro de Thomas. Mira, consejo de pata: quizá nuestro tiempo ya pasó. Yo no volveré a tener un best-seller, y tú no ganarás el Nobel. Pero hay que tomarlo por el lado amable. No es para estar llorando. Ánimo, Hernando. Oye, te dejo, tengo que pasar. Piketty me invitó a cenar esta noche. Me estima, quién diría. Krugman organiza, Stiglitz también va y yo estoy jalando a una manchita brava. ¿No te animas a ir, Hernando? Así mejoras esa cara. Avísale también a tu amigo ese, que sigue desmayado.

 

-No, chino, estoy a dieta.

 

-¿En serio? Mira que a Krugman le encanta el cebiche.

 

-No sabía de sus gustos, Francis.

 

-Oye, tengo curiosidad, ¿qué llevas en esa bolsa?

 

De Soto necesitó setenta y cinco años -los setenta y dos años de su vida, más los setenta y ocho de Vargas Llosa, divididos entre dos- para llegar a ese instante. Se sintió duro, subrepticio, vencido, en el momento de responder:

 

-Mierda.



Por Carlos Leon Moya|Lunes 12 de Mayo del 2014 | 8:50

https://web.archive.org/web/20150606113203/http://dedomedio.com/politica/monologo-de-hernando-de-soto-viendo-pasar-a-piketty/

junio 04, 2021

triunfar en la vida

"Triunfar en la vida no es llegar a algún lado. Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que la vida nos da un golpe. Porque definitivamente no hay que cultivar el odio. Hay que cultivar la libertad y la esperanza, pero para todos."

-Pepe Mujica 03/06/2021

enero 09, 2021

satánico

Voy a tomar por vos

Otro trago para olvidar

Que el miedo te comió los pies

Y que ahora sos un tipo más

Y que poco a poco te fuiste yendo

Que poco a poco te fuiste yendo de nuestro lugar


El satánico Dr. Cadillac

enero 06, 2021

a nadie

 "a nadie le da pena que ustedes terminarán,

creo que solo ustedes tienen pena,

o quizá solo tu tienes pena"


duro como la realidad misma.


trux, 05/01/2021