Era un domingo, y lo recuerdo bien pues me desperté a las 11, algo más
tarde de lo acostumbrado. Era domingo y estaba nublado, como casi todos los
días de mi estancia en Lima. Estaba nublado y a mí me gustaba, pues mis ojos no
soportan la intensidad de luz del sol despejado.
Pasado el desayuno, empecé a leer distintas noticias en internet, pues era
el único día que podía leer sobre cosas ajenas a mi formación académica.
Encontré de casualidad un video sobre la vida del escritor José María Arguedas,
era de un programa dirigido por Hildebrandt. Recuerdo sentirme de alguna manera
identificado con la vida del escritor y me interese en conocer más sobre su
obra. Había leído yo hace algunos años la obra Yawar Fiesta, la cual encontré
en mi casa y decidí leer pues el número de páginas era pequeño y el titulo
misterioso. Yawar Fiesta significo para mí la aceptación de un amor hacia la
sierra del Perú. Aceptación y no un inicio, pues mi familia es serrana y el
hecho de que yo sea de Trujillo, no me hace menos serrano, pero como para
muchos este amor serrano era algo que necesitaba ser fortalecido y de una vez
para siempre aceptado con orgullo.
Luego del almuerzo decidí salir al centro en búsqueda del libro Todas las
sangres, y entender que parte no entendieron los críticos del tiempo de
Arguedas, pues según narran los reportajes, las duras críticas de sus
contemporáneos, hicieron que Arguedas se sumiera en una depresión que a la larga lo llevaría al suicidio.
Misterios así intrigan a cualquiera, y a mí me motivaron lo suficiente como para salir a buscar el libro.
Tome un micro en el paradero de la panadería, llevaba unos jeans azules,
zapatillas deportivas, un polo azul que no he vuelto a encontrar y mi chompa de
hilo, la cual use con solemnidad por varios meses y que ahora no puedo tolerar
un solo instante. Recuerdo que llegue a la feria de la calle amazonas, aproximadamente a las 5 de la tarde, había
algo de sol por lo que llevaba la chompa en mis manos. Busque el libro de Arguedas,
busque cualquier libro de Arguedas, pero la fascinación por los 100 años del
nacimiento de Arguedas, había hecho desaparecer sus libros de los puestos. Recuerdo
que vi un letrero “Todo por un sol”, y yo no pude evitar buscar algo. Compre
solo un libro, Cuentos de Poe, libro que pasado un año, aún no he leído. Busque
a Arguedas y curiosamente, o casualmente, encontré a Cortázar. Sabia del
problema entre Arguedas y Cortázar, y necesitaba para saciar mis dudas, leer a
ambas partes. Compre el libro Rayuela, el cual pude leer algunas páginas y me
pareció ciertamente ingenioso.
Salí de la feria de libros con mi chompa ya puesta, pues ya era de noche y
tenía frio. Camine hacia la plaza de
armas, en el camino entre al museo de la estación de desamparados. Luego del
museo pensé en comer algo en la alameda que está detrás de Palacio de gobierno.
Compre mi porción de Arroz con leche y mazamorra, lo cual es casi una tradición
cada vez que paso por ese lugar. Al irme pensé recorrer una nueva ruta para
tomar el micro de regreso, pero en la primera esquina encontré la oferta de un
paseo al cerro San Cristóbal. Pague los 5 soles del mini Tour y subí al bus, me
senté al costado de una guapa muchacha, inicie la conversación y luego me quede
sin ideas. Este problema lo tengo hasta el día de hoy, pero eso no me
desmotiva. La chica era de Iquitos, y trabajaba en una casa en San Isidro, ella
quería ser estilista. Yo recuerdo mi comentario sobre su profesión; Hay que ser
medio artista para arreglarle la cara a la gente, me parece que fue lo
suficientemente original y con la dosis de burla que me caracteriza. Bueno
llegamos a la cima del cerro y pude ver Lima como no la había visto antes,
brillante y en cierto modo hermosa. La noche ocultaba las calles sucias y mal
planificadas, abrigaba a toda la gente de la calle y dejaba que las luces
artificiales sean más hermosas que de costumbre. Mire por todo el rededor del
mirador y finalmente encontré a la chica del bus, ella me mostro una foto
instantánea, ella sonreía y parecía feliz. Regrese a la ciudad con el cabello despeinado
por el viento y con un frio exagerado. Eran aproximadamente las 9 de la noche,
me despedí de la chica y partimos por caminos distintos. Recuerdo pasar la
plaza de armas, luego caminar por el jirón de la Unión hasta la Plaza San Martín, donde pude ver a los
políticos sui generis de esa plaza.
El tramo final al paradero fue una carrera, pues unos ladrones me
perseguían (o eso creo). Al llegar al paradero del parque universitario, me di
cuenta del problema para encontrar bus a esa hora, más aun siendo domingo. Pude
tomar un carro hacia San Miguel, y ya en
el carro recuerdo el rostro de una hermosa joven, que bajo en la avenida
Brasil. Camine desde el paradero de la calle Cueva hacia el departamento en las
torres, pensé en varias cosas, entre ellas medite sobre la semana de exámenes
que acababa, de lo mal que di los exámenes, de lo mucho que tenía que
estudiar y de la suerte que tenía.
Hoy, ha pasado más de un año desde aquel día, no he leído un solo libro, ni
de Cortázar ni de Arguedas, pero pronto lo hare, al menos eso espero.